Amigo/a, ¿y si volvieses de nuevo a ser niño(a)?

El orgullo y la sabiduría son incompatibles.  Imagínate a una persona llena de orgullo y de soberbia. Esa persona cree que nadie tiene que darle lecciones de nada, y por eso se permite hablar con dureza a los demás. No le gusta que le digan sus errores, y se ofende con facilidad. ¿Has conocido alguna persona así? Los niños son el extremo opuesto al ejemplo que acabo de describir. Son completamente enseñables; de hecho, disfrutan aprendiendo. No tienen miedo a cometer errores, y cuando los cometen se ríen de ellos, y tratan de no volver a cometerlos. Su humildad y sinceridad les convierten en ejemplos de sabiduría para todos nosotros, a tal punto que Jesús dice “Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos” (Mateo 18:4). ¡Wow, el mayor en el reino de los Cielos! De hecho, se dice de Jesús mismo que, cuando era niño, “crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él” (Lucas 2:40).  ¡Sí, Amigo/a, ven hoy delante de Dios como un(a) niño(a)! No tengas miedo de cometer errores o de no ser perfecto(a): solo pídele a Dios que te enseñe. Deja el orgullo y la soberbia a un lado, aparta las ofensas y las quejas de tu boca, y, con humildad, abre tu corazón delante de Dios. Déjale que Él te hable en este día, que te corrija, y que te haga ver cosas nuevas en las que no habías caído antes.  ¿Te apetecería orar conmigo? “Señor, te doy gracias por todo lo que estás haciendo en nuestras vidas. Te pido que nos ayudes a ser humildes y enseñables como niños, para que así podamos llenarnos cada día de sabiduría, y crecer más en todas las áreas de nuestra vida. ¡Que nuestras vidas te den gloria, y que sean un ejemplo para los demás! En el Nombre de Jesús. ¡Amén!” Disfruta como un niño de este día.

No lo olvides nunca: ¡Eres un Milagro!