🤲🏻 Vive con manos abiertas
¿Te imaginas el impacto que tendría si cada día regaláramos algo de lo que tenemos, aunque parezca pequeño?
Su Palabra nos dice: “Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Corintios 9:7, NVI).
Cuando entendemos lo que Jesús hizo por nosotros, la gratitud verdadera no se queda solo en palabras, sino que se convierte en una forma de vivir. Al reconocer cuánto hemos recibido de Dios, nuestro corazón cambia: ya no vivimos aferrados a lo nuestro, sino con las manos abiertas para bendecir a otros.
Dar nunca es perder; es participar del corazón mismo de Dios.
Él nos enseña a compartir no solo recursos materiales, sino también tiempo, atención, palabras de ánimo, una sonrisa o una oración. Cada vez que damos, reflejamos el amor de Jesús y mantenemos viva la gratitud en nuestro corazón.
Tal vez pienses: “No tengo mucho que ofrecer”. Pero la generosidad no se mide por la cantidad, sino por la disposición. Dios no mira el tamaño del regalo, sino el corazón de quien lo da. Cuando das con amor y sin esperar nada a cambio, la gratitud se multiplica, tanto en quien da como en quien recibe.
Recuerda, Amigo/a: cada acto de generosidad es una semilla. Y cuando siembras con un corazón agradecido, Dios se encarga de traer una cosecha abundante.
“Señor, gracias porque todo lo que tengo proviene de ti. Hoy decido vivir con las manos abiertas, dando con alegría y confianza. Enséñame a ser generoso como tú lo eres conmigo, y que cada acto de dar sea una expresión viva de mi gratitud hacia ti. Quiero ser un canal de tu amor en cada gesto de dar. En el nombre de Jesús, amén”.