🙅🏻♀️ Una mala costumbre

Hace años, tenía la mala costumbre de mirar a los demás con una actitud crítica. Si alguien hacía algo que no encajaba con lo que yo consideraba correcto, lo juzgaba. Sin embargo, al crecer en mi identidad en Cristo, entendí que este hábito no solo era dañino, sino completamente contrario al carácter de Jesús.
Al reconocer el daño que este hábito causaba, tomé la decisión de cambiar de manera intencional. Desde entonces, esta ha sido mi oración diaria: "Señor, si no está en tu corazón, tampoco lo quiero en el mío". Poco a poco, su Espíritu comenzó a moldear mi corazón y a transformar mi manera de ver a los demás.
¿Fue fácil? ¡Para nada! Cambiar un hábito requiere humildad, permitir que el Espíritu renueve tu mente, obediencia y una firme determinación para perseverar. Es como entrenar un músculo: necesitas esfuerzo y constancia para ver resultados.
Decidí, entonces, reemplazar la crítica por el hábito de buscar siempre una cualidad positiva en cada persona. Este cambio me llevó a amar con sinceridad, a perdonar con mayor facilidad y a mantener mi corazón y mis emociones saludables.
Su Palabra nos dice en Romanos 15:7 (NVI): "Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó, para la gloria de Dios".
La perfecta voluntad de Dios es que no critiquemos ni juzguemos a los demás. Amigo/a, cuando comienzas a mirar a las personas como Dios las ve, nuestra vida emocional se sana y experimentamos un gozo y una paz mucho mayor. Sin duda, este es un hábito que fortalecerá tu crecimiento espiritual y te permitirá vivir en armonía con tu propósito divino.

