🚛 Un privilegio, no una carga
Desde muy joven, mi esposa ha tenido un fuerte llamado a las misiones. Siguiendo esa voz de Dios, pudo realizar varios viajes misioneros de corto plazo. Uno de ellos fue a África, durante nuestro segundo año del instituto bíblico.
Para prepararse, debía reunir una cantidad considerable de apoyo económico, algo nada sencillo para una estudiante.Así que decidió pedir ayuda a su tío, que es empresario.
Lo que quiero compartir contigo hoy no es tanto el viaje, sino la respuesta de este tío. Cuando mi esposa le explicó su necesidad y le pidió apoyo, él le respondió: “Gracias por darme el privilegio de ser parte de lo que Dios te está llamando.”
Wow, qué buena perspectiva, ¿no lo crees? No lo vio como una carga ni como una obligación… Lo vio como un honor.Y esa es exactamente la actitud que Pablo celebra en las iglesias de Macedonia.Él escribe: “Rogándonos con insistencia que les concediéramos el privilegio de tomar parte en esta ayuda para los creyentes” (2 Corintios 8:4, NVI).
Los macedonios no dieron porque alguien los presionó; no dieron por obligación. Suplicaron participar porque entendían que apoyar la obra de Dios es un privilegio, no una carga.
Amigo/a, déjame preguntarte: ¿cómo ves normalmente la generosidad? ¿Como un deber o como una oportunidad?Cuando comprendemos que al dar estamos participando en lo que Dios está haciendo alrededor del mundo, o en nuestra iglesia, comunidad o incluso en la vida de una sola persona, nuestro corazón se llena de gozo.
Dar no es perder.Dar es invertir en el Reino.Es decirle a Dios: “Te pertenezco. Lo que tengo es tuyo. Y quiero ser parte de tu obra.”
Por eso, qué tal si a partir de hoy comienzas a ver como un privilegio cada oportunidad que tengas para ser generoso/a. No es solo ayudar; es ser parte de la historia que Dios está escribiendo.
Oremos juntos: “Señor, gracias por todo lo que me has dado. Ayúdame a vivir como administrador de tu provisión y a ver cada oportunidad de dar como un privilegio para servir tu Reino. Amén.”