Amigo/a, un atajo peligroso...
¿Cuántas veces en tu vida has devuelto bien por mal? Eso es algo precioso, pero ¡cuesta tanto cuando tú sigues haciendo bien a la persona, y la otra persona, sin embargo, sigue haciéndote mal!
La bendición de Dios sobre la vida de David era cada día más evidente, y el pueblo lo amaba, a tal punto que Saúl empezó a tenerle envidia. Debido a su envidia contra él, Saúl trató en dos ocasiones de matarle en palacio; y, cuando David huyó, Saúl fue a perseguirle con sus ejércitos en varias ocasiones, para terminar así con su vida.
En medio de esa situación, David tuvo dos ocasiones claras en las que hubiese podido matar a Saúl. ¡Su situación hubiese cambiado radicalmente si lo hubiese hecho! Seguramente, al terminar con Saúl, hubiese acabado con la persecución que vivía, y hubiese podido incluso acabar siendo rey, ya que el pueblo estaba a su lado.
Sin embargo, estos razonamientos no convencieron a David. Él tenía una resolución firme, y así se lo expresó a Saúl: “... y algunos me dijeron que te matara, pero mis ojos tuvieron piedad de ti, y dije: «No extenderé mi mano contra mi rey, porque es el ungido del Señor” (1 Samuel 24:10, LBLA).
David honró siempre a Saúl, y sobre todo se dejó conducir por Dios a la hora de tomar una decisión tan importante. ¡No cedió ni siquiera ante la presión de sus hombres! David no quería tomar un atajo, y es por ello que se guardó de buscar vengarse o tomar el camino aparentemente más fácil. Como dijimos ayer, en ocasiones las apariencias engañan...
Amigo/a, honra siempre a los demás, aunque pienses que no se lo merecen. No devuelvas mal por mal, sino siempre mantente atento/a para ver cómo puedes bendecir y honrar a los demás. ¡Eso sin duda abrirá las puertas del Cielo sobre tu vida!