🏆 Un amigo no compite

¿Sabes? Yo soy alguien muy competitivo, me encantan los deportes precisamente por eso, me encanta competir y ganar. Esta forma de ser tiene sus ventajas en muchas áreas, sin embargo, al mismo tiempo a veces me causa problemas.
Como te había contado en otra serie, una de mis luchas internas es la de compararme. Precisamente por mi competitividad, muchas veces no puedo evitar compararme con mis amigos dentro y fuera del ministerio. Cuando me percato que estoy cayendo en esa mala actitud, tomo un momento para pedir perdón a Dios y agradecerle por lo bueno que Él es conmigo y por las enormes bendiciones que me ha dado.
Hay una historia en el Antiguo Testamento que me impacta: La amistad de David y Jonatan.
Es una amistad que nace en condiciones complejas. David es el joven pastor que acaba de vencer al gigante Goliat, y Jonatán es el príncipe heredero al trono. Uno es el nuevo héroe, el otro es el futuro rey. Todo apuntaría a la competencia, al conflicto, a la rivalidad.
Pero no fue así. La Biblia dice que desde el primer momento “el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo” (1 Samuel 18:1).
Jonatán reconoció algo en David que iba más allá del poder y la política. Reconoció el llamado de Dios en él. Y en vez de aferrarse a lo que era suyo; su título, su herencia, su lugar en el reino, lo entregó, básicamente le entregó su lugar a David.
¡Qué impresionante! Jonatán, el heredero al trono, decide que la voluntad de Dios es más importante que su derecho. Aun sabiendo que David ocuparía el lugar que le “tocaba”, Jonatán nunca dejó de ser su amigo.
Esto me hace pensar que las verdaderas amistades no compiten, se honran. Esto me hace reflexionar sobre cómo mi competitividad puede estar impidiendo que yo sea un verdadero amigo que sabe alegrarse con lo que Dios hace en la vida de los demás.
Amigo/a, ¿sabes alegrarte con las bendiciones que Dios da a tus amigos? ¿Puedes celebrar sus victorias de todo corazón?

