Amigo/a, 🛫 Tu obediencia te lleva a nuevos niveles
Seguimos avanzando hacia la victoria de nuestra fe sobre el mundo, y lo hacemos analizando el segundo versículo de este pasaje, que dice: “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos” (1 Juan 5:2).
Como veíamos ayer, el amor verdadero proviene de Dios, y Su amor nos lleva de una manera natural a amarle a Él de vuelta, y a amar a las personas que Él mismo ha creado.
Y si esto es cierto para con todas las personas, lo es aún más para con nuestros hermanos y hermanas en la fe.
Cada uno de ellos han sido tocados por Dios en un momento de sus vidas, y han nacido de Dios también, al igual que nosotros, lo cual crea una conexión especial con ellos. Una conexión que solo se entiende por medio de la fe.
Sí, esa misma fe que veremos un poco más adelante que es suficientemente poderosa como para vencer al mundo.
Es muy interesante que la prueba que da este pasaje de que amamos a nuestros hermanos en la fe se encuentra en nuestro amor auténtico a Dios, y en nuestra obediencia a Sus mandamientos.
Como hemos visto, Dios es la fuente de todo. Si estás conectado a Él, todo fluye en tu vida, incluido el amor por los hermanos. Pero si no estás bien conectado, todo sufre, especialmente tu relación y tu capacidad para amar al resto de tus hermanos en la fe.
Por eso este pasaje apunta hacia el amor y la obediencia a Dios, porque en el Reino de los Cielos ambos están íntimamente conectados. Cuando Jesús dijo a sus discípulos: “Si me amáis, guardad mis mandamientos…” (Juan 14:15), estaba expresando el mismo principio: nuestro amor por Dios nos lleva a obedecerle de todo corazón. Sin obediencia, o al menos sin el deseo real de obedecerle, no hay amor verdadero.
Aun así, muchas veces no le obedecemos por miedo, inseguridad o comodidad, ¡y nuestra alma se resiente tanto por ello! Pero en verdad, ¡no hay nada mejor que Su voluntad para nosotros! Puede que en ocasiones sea en efecto un poco desafiante, pero siempre produce un fruto precioso en nuestras vidas.
Amigo/a, ¡tu obediencia a Dios perfecciona tu amor por Él, y por el resto de tus hermanos! En este día, te quiero invitar a que tomes un tiempo profundo de oración con Dios para ver áreas en la que quizá no le estás obedeciendo como debieras. Si hay áreas en las que has desobedecido a Dios y que vienen claramente a tu mente, ¡hoy es el día cambiar eso!
Creo que Dios va a tocar preciosamente tu vida en este día, en el Nombre de Jesús.