👨👦 Tu nombre es hijo

Hace un par de años, una pareja de amigos muy cercanos a nosotros adoptó a un niño de 5 años. Tener la oportunidad de presenciar y, de alguna manera, experimentar este proceso junto a ellos me dio una nueva perspectiva sobre la adopción. Ver cómo este acto transformó por completo la vida de ese niño y cómo el amor de una familia puede marcar una diferencia tan profunda es realmente hermoso.
Nuestros amigos nos compartieron parte del proceso que vivieron, desde el momento en que conocieron al niño hasta el día en que pudieron llamarse sus padres. Nos contaron cómo, durante meses, este hermoso niño ni siquiera quería que lo llamaran por su nombre; en su lugar, insistía en que su nombre era: "hijo".
Cada vez que escucho el testimonio de mis amigos sobre este proceso, no puedo evitar llorar de emoción. Es conmovedor escuchar cómo la identidad de este niño fue transformada por el amor de una pareja que decidió convertirse en su familia.
Sabes, la razón por la que me emociona tanto su testimonio y su historia es porque me hizo darme cuenta de que de la misma manera yo pase de ser “creación de Dios”, para ser su hijo, adoptado por medio del sacrificio de Jesús.
En el momento en que entregué mi vida a Jesús y lo acepté como mi Señor y Salvador, mi identidad cambió por completo: pasé a ser hijo de Dios y parte de su familia.
Mira como lo dicen estos dos versículos: “Dios decidió de antemano adoptarnos como miembros de su familia al acercarnos a sí mismo por medio de Jesucristo. Eso es precisamente lo que él quería hacer, y le dio gran gusto hacerlo.” (Efesios 1:5)
“Pero a todos los que creyeron en él (Jesús) y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios.” (Juan 1:12)
Es por el puro amor de Dios, quien nos amó tanto que entregó a su Hijo en sacrificio, que hoy tú y yo podemos decir con certeza: somos hijos. Esa es nuestra identidad. Ya no somos huérfanos; somos hijos de Dios y podemos clamar: ¡Abba, Padre!
Tómate un momento para que esta verdad te llene por completo: tú eres hijo/a de Dios. Nunca más tienes que sentirte solo/a, nunca más tienes que preguntarte si alguien te ama o no, tú eres profundamente amado/a por tu Padre celestial, quien decidió incluirte y que seas parte de su familia. ¡Y qué familia! Nada más y nada menos que la familia del Rey de reyes y Señor de señores.
Amigo/a, por qué no tomas ahora mismo un tiempo con tu padre celestial y le agradeces por su amor y presencia en tu vida. Esta es una hermosa verdad por la cual puedes agradecer cada día de tu vida.

