Amigo/a, ¿te sientes entre la espada y el “Mar Rojo”?
¿Alguna vez has visto cómo Dios ha abierto caminos en tu vida que parecían imposibles? Yo sí, en muchas ocasiones.
Moisés, acompañado de Aarón su hermano, había pedido a Faraón en repetidas ocasiones que liberase al pueblo de Israel. Dios había hecho señales increíbles entre ellos. De hecho, los magos que acompañaban a Faraón habían podido imitar con sus poderes de las tinieblas algunas de las primeras señales que Moisés hizo, pero llegó un momento en el que no pudieron seguir. Sobrepasados, llegaron a reconocer: “¡Esto es obra de Dios!” (Éxodo 8:15 BLP [Éxodo 8:19]).
Al final de las diez plagas, Faraón, hundido, dejó que el pueblo de Israel saliese, pero tras su partida decidió salir a perseguirlos con su ejército. Los israelitas acaban de llegar a orillas del Mar Rojo, y no sabían qué hacer. Parecía que no tenían escapatoria. Solo se les ocurrió una cosa: murmurar contra Moisés.
La murmuración es un veneno que nos ciega. Después de haber visto todos los milagros que Dios acababa de hacer delante de ellos, ¿cómo podían dudar de esa manera? Moisés, sin embargo, tenía un corazón diferente. Les dijo valientemente: “No temáis; estad firmes y ved la salvación que Jehová os dará hoy, porque los egipcios que hoy habéis visto, no los volveréis a ver nunca más. Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (Éxodo 14:13-14, RVR95).
Moisés creía que Dios podía abrir un camino donde parecía imposible, y su fe le permitió ver exactamente eso: el mar abierto, con paredes de agua a los lados, y un suelo seco sobre el que caminar. ¡Ese es nuestro Dios!
Amigo/a, tu fe mueve montañas, ¡y abre hasta mares! Dios es especialista en crear caminos allí donde parece totalmente imposible. Es por eso que, cuando estés entre la espada y el “Mar Rojo”, no pierdas la esperanza: solo ora con valentía, y deja que Dios actúe. ¡Verás cosas increíbles!
