🧥 ¡QuÃtate los harapos del pasado…!
Nuestra vestimenta refleja nuestra personalidad. El estilo, los colores, todos nos vestimos de la manera que más nos gusta, de acuerdo a nuestras posibilidades.
Recuerdo que, cuando era adolescente, nunca le di demasiada importancia a la ropa. Me vestía con la ropa más barata que podía encontrar, y no me importaba demasiado mi apariencia. Eso, sin embargo, empezó a cambiar el día que me invitaron a una boda. Era la primera boda a la que asistía oficialmente como invitado al banquete, y me apetecía realmente ir lo mejor vestido posible.
Había conseguido un traje barato, y tenía todas las cosas preparadas para la boda… o al menos, eso creía. El día mismo de la celebración, un rato antes de salir, me di cuenta de que me faltaba algo clave: los zapatos. ¡Se me había pasado por completo comprarme zapatos de vestir para la boda! ¡Noooooo! =)
Tras descartar la opción de combinar el traje con las zapatillas deportivas, tomé por fin la decisión de ir sin traje, solo con mi ropa normal. Cuando vi allí a todos mis amigos bien trajeados y arreglados, me sentí realmente inapropiado, inadecuado, casi avergonzado. Esa experiencia se grabó a fuego en mi corazón: desde ese momento, empecé a tomarme más en serio el tema de la vestimenta. ¡Y por supuesto, ahora siempre reviso los zapatos antes de ir de boda! =D
El profeta Zacarías tuvo una visión acerca de un sacerdote que también tenía vestiduras inadecuadas. La Biblia dice que “habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala” (Zacarías 3:4)
Amigo/a, quizá te sientes así también: cubierto con vestiduras inadecuadas, rotas y viles… Quizá tus pecados, errores o circunstancias te hacen sentir también inadecuado/a o incluso avergonzado/a. Pero hoy quiero recordarte que eres un/a hijo/a del Rey de reyes, y que Él tiene vestiduras de gala preparadas para ti.
Sí, quítate los harapos del pasado, toda la frustración y condenación que te hunde, y déjate vestir por las ropas blancas, resplandecientes del Señor. ¡Él las tiene ya preparadas para ti!