Amigo/a, 👨🏽🦽¿Quieres ser sanado?
Continuamos hoy nuestra serie especial de Adviento con la historia del paralítico del estanque de Betesda. Al final de su testimonio, terminaré como siempre con unas pocas palabras de ánimo. Te dejo con su relato:
Mi vida ha sido siempre complicada. Desde que tuve ese accidente de pequeño y perdí mi capacidad para caminar, me he sentido como una carga para los demás. ¡Es tan duro no poder moverse!
Cuando mi hermano pequeño Simón decidió dejarme para unirse al movimiento de los zelotes, sentí que todo mi mundo se venía de nuevo abajo. ¿Qué iba a ser de mí? Mi corazón estaba destrozado. ¡Todo lo que quería era caminar de nuevo!
Es por eso que fui al estanque de Betesda. Decían que, de vez en cuando, un ángel descendía a remover las aguas, y que el primero que bajaba a las aguas era sanado.
El primer año pasó, y no conseguí llegar el primero ninguna de las veces que el agua se removía, ya que no tenía a nadie que me ayudase. El segundo año pasó lo mismo, y lo mismo el tercero... ¡Todavía no puedo creer que pasase allí 38 años de mi vida!
Sí, sabía que ese estanque era un lugar pagano, y que ese movimiento de las aguas seguramente era solo un efecto natural, y no un ángel. Además, era grotesco ver cómo nos empujábamos y pisábamos los unos a los otros por llegar los primeros al agua. ¡Pero estaba tan desesperado por un milagro! Necesitaba algo que me diese aunque solo fuese un mínimo de esperanza.
Un día, sin embargo, algo ocurrió. Alguien que no conocía vino directamente a mí, y me preguntó: “¿Quieres ser sanado?” Le expliqué que no tenía a nadie que me pudiese ayudar a entrar en el agua, pero Él me dijo que ese estanque no tenía nada para mí.
En el fondo sabía que tenía razón. Cuando me preguntó de nuevo si quería ser sanado, asentí. Unas simples palabras de Su boca cambiaron mi realidad para siempre: “Levántate, toma tu camilla, y anda” (Juan 5:8). De repente, me di cuenta de que volvía a tener sensibilidad en mis piernas. ¡No podía ser!
Entre risas, me puse de pie como pude, mientras intentaba asimilar el milagro que estaba teniendo lugar en ese momento. ¡Tras 38 años paralizado, volvía a caminar! Jesús de Nazaret sanó mis piernas ese día, pero sobre todo sanó mi corazón. Me sacó del sinsentido en el que me encontraba, y me dio un nuevo comienzo.
Hoy camino de nuevo en la voluntad de Dios
Mi nombre es Jesse, y he sido elegido por Jesús.
Amigo/a, quizá tú también tienes la sensación de que has desperdiciado una gran parte de tu vida haciendo cosas que no te han llevado a ninguna parte. Pero hoy Jesús está a tu lado, y te pregunta también “¿Quieres ser sanado/a?”. Él quiere sanar tu corazón, y con él tu vida entera, para que tengas un propósito, y para que Su luz brille a través de ti. Que estas Navidades, haya un antes y un después en tu vida.