😧 ¡Qué estoy diciendo!

¿Te ha pasado hacer malos comentarios de alguien que no está presente? Es fácil caer en ese sutil error. Recuerdo estar con mi mejor amiga y comenzar a hablar mal de alguien que no estaba con nosotras.
Seguir repitiendo nuestros viejos patrones se refleja en lo que decimos y en cómo lo decimos. Es sencillo criticar a alguien cuando no está, o cuando las cosas no salen como queremos, o simplemente cuando estamos teniendo un mal día. En esos momentos, es fácil usar nuestras palabras para destrucción y no para edificación.
Pero ahora estás en Cristo, Amigo/a, y tus palabras tienen un nuevo propósito.
Ya no hablamos desde la queja, el juicio o la burla, sino desde el amor. Porque ahora sabemos quiénes somos: hijos de luz, llamados a edificar y no a derribar. Él desea que tu vida sea un reflejo de Él, ¡y su amor te capacita para lograrlo!
Efesios 4:29 (RVR1960) nos recuerda: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.”
Cuando vives consciente de tu nueva identidad, también cuidas lo que sale de tu boca. ¿Por qué? Porque sabes que tus palabras pueden ser un canal de la gracia de Dios para los demás.
A veces, una frase de aliento, un mensaje sincero o una respuesta amable puede cambiar el día o incluso el rumbo de alguien.
Amigo/a, quizás hoy sea un buen momento para detenerte y preguntarte: ¿Estoy hablando como quien vive en Cristo? ¿Mis palabras sanan, edifican y dan gracia?
Elige que tus palabras sean un reflejo del amor y la luz que Dios ha puesto en ti.

