Amigo/a, 🏠 ¡Por fin en Casa!
Me gustaría terminar esta semana de versículos sueltos analizando uno de los versículos más preciosos de la Biblia. El que dice: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4)
¿Puedes imaginarte la escena de este versículo? ¿Puedes imaginarte a Jesús delante de ti, en el Cielo, mirándote a la carra con una sonrisa mientras limpia amablemente con sus dedos las lágrimas de tu cara? Yo me lo imagino poniendo Sus dos manos a los lados de mi cara, como cuando ves a un ser querido después de mucho tiempo, y agarras su rostro en señal de cariño y de alegría. Puedo imaginarme que está usando Sus pulgares para limpiar mis lágrimas, mientras mantiene Sus manos cariñosamente en mis mejillas.
De hecho, esta es la historia de un encuentro esperado durante toda una vida. Es el encuentro con Aquel que ama nuestra alma, con Aquel que da sentido a nuestras vidas. Él nos ha transformado, y hemos tenido experiencias preciosas con Él, pero de alguna forma siempre hemos sabido que nos faltaba más, y que estábamos aun de paso en esta tierra.
Después de tantas batallas, de tantas oraciones contestadas, de tantas cosas que han ocurrido a lo largo de una vida llena de todo tipo de momentos y experiencias, acabamos de cruzar la puerta al Cielo, y nos encontramos de repente en casa.
Es mucho más increíble de lo que hubiésemos podido imaginar, y a la vez más real que nada que hayamos experimentado antes. Nuestro corazón late con fuerza, mientras buscamos con la mirada alrededor, porque sabemos hemos llegado a Casa, y que nuestro Amado no puede estar lejos.
Y es ahí cuando por fin nos encontramos con Él. ¿Es realmente Él? ¿Es posible? No necesitamos que nadie nos lo confirme: sabemos que es Él, reconocemos Su Presencia que nos ha acompañado desde aquel día que le entregamos nuestra vida. ¡Por fin podemos verle! ¡Por fin podemos abrazarle!
¿Cómo no vamos a llorar? Toda nuestra vida hemos esperado este momento, y solo hay una cosa que podamos hacer: correr a Su encuentro, y llorar abrazados a Él. Es ese tipo de lloro que expresa los sentimientos más profundos del corazón, aquellos que son indescriptibles con palabras.
Es ahí cuando pone Su mano en nuestras mejillas, y limpia nuestras lágrimas, mientras nos dice cariñosamente: “¡Ya está! ¡Ya está! ¡Por fin estás en Casa…!”
Wow, ¿puedes imaginártelo? ¡Ese día será tan glorioso!
Amigo/a, que Tu amor por Él y por Su Presencia te lleve a buscarle cada día de todo corazón.
Y que mientras llega ese día, puedas experimentar al máximo el Cielo en todo lo que hagas…