Amigo/a, 🛑 ¡No hagas nada antes de tiempo!
Una de las cosas más perniciosas en la vida es la precipitación. ¿No te ha ocurrido a veces que, en tu deseo de hacer las cosas bien, te has precipitado a la hora de tomar una decisión, y luego has lamentado las consecuencias?
Tenemos a veces esa tendencia humana de buscar soluciones, alternativas y “planes B” a las cosas que nos ocurren. Eso no es por sí mismo una mala cosa, ya que siempre es bueno estar preparados, pero se convierte en algo malo cuando buscamos reemplazar a Dios con nuestros planes.
Cuando las cosas no salen como esperábamos, es fácil buscar atajos y alternativas humanas. Eso es lo que le ocurrió a Abraham: el hijo que Dios le había prometido parecía que no llegaba, y en un momento, tuvieron Sara y él la idea de buscar una alternativa. Es así como nació Ismael, lo cual tuvo unas repercusiones enormes, no solo en la vida de Abraham, sino a lo largo de la historia (Génesis 16)
Y eso es lo que nos pasa a nosotros muchas veces: nos cansamos de esperar a nuestros “Isaac”, y empezamos a concebir nuestros propios “Ismaeles”. ¡Y luego nos sorprendemos de que las cosas nos salgan mal!
Un pasaje que me inspira a no precipitarme es de hecho aquél en el que el apóstol Pablo le dice a los Corintios: ”Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones…” (1 Corintios 4:5)
De la misma manera que podemos precipitarnos a la hora de tomar decisiones que no son sabias, podemos precipitarnos a hablar de personas que no conocemos realmente, juzgándolas antes de tiempo. Ambas cosas tienen un efecto destructivo en nuestra vida, y en nuestra alma.
Amigo/a, ¡no hagas nada antes de tiempo! Espera el cumplimiento de las promesas de Dios, porque sin duda están de camino, ¡y Su forma de hacer las cosas es la mejor!
Alinéate en este día a Dios y a Sus planes perfectos, ¡y sigue avanzando con fuerza y con paciencia!