Amigo/a, 🗣 ¡No grites!
¿Alguna vez has empezado una conversación que ha terminado a gritos?
Recuerdo cuando tenía 14 años. En aquellos tiempos creía en Dios, pero no había tenido todavía un encuentro con Jesús. Aun así, me molestaba que las personas hablasen mal de Dios, o de la fe cristiana.
Un día, una de mis compañeras del instituto empezó a cuestionar la existencia de Dios frente al resto de los que estábamos en su mismo grupo de trabajo. Empecé a discutir con ella, y las cosas se pusieron bastante tensas. Tratábamos cada uno de quedar por encima del otro en nuestra “batalla dialéctica”, al punto de hablarnos duramente, incluso con insultos y malas palabras.
Una de las cosas que dijo, sin embargo, se me quedó grabada. Me dijo: “¡Pues tú, para ser cristiano, menuda lengua tienes!”. Era verdad. Mi lenguaje, e incluso la forma que tenía de decir las cosas en aquella época, dejaban mucho que desear. ¡Gracias a Dios que eso cambió!
Al cabo de unos meses, cuando finalmente le entregué mi vida a Jesús, una de las primeras cosas que fueron renovadas en mi vida fue precisamente mi lenguaje y mis actitudes al hablar. ¡Deseaba tanto que mis palabras fuesen limpias y amables!
Amigo/a, ¿te gustaría a ti también renovar tu forma de hablar y apartarte de toda maldad en tus palabras? La clave está en el corazón. La Biblia dice que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45). Mis palabras cambiaron porque mi corazón cambió.
Pídele al Señor que te ayude a quitar cualquier cosa en tu corazón que no provenga de Él, y que te llene de Su amor al hablar. Así podrás tener siempre en tus labios una “palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros” (Tito 2:8).
Disfruta de la frescura de este nuevo día de vida que Dios te da.