Amigo/a, ¡mira qué montón de piedras!
Uno de los episodios que más me fascina en las Escrituras es el de la mujer adúltera.
Los fariseos de la época se habían propuesto apedrearla por su pecado, pero antes de ello la trajeron a Jesús, para ponerle a prueba y ver qué es lo que Él haría. En lugar de seguirles la corriente, Jesús empezó a escribir en el suelo. Cuando le instaron a responder, Él les contestó con tanta sabiduría que no tuvieron más remedio que marcharse uno a uno, soltando las piedras que tenían en sus manos.
Cuando ya solo quedaban la mujer y Jesús, al ver que nadie la había condenado, le contestó: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Juan 8:11). Me cautiva la sencillez y la profundidad de esta respuesta:
- No te condeno. Jesús nunca será de los que están en primera línea esperando con las piedras en la mano. ¡Él te ama, y Él está a favor de ti, como vimos ayer!
- ¡Vete! No te quedes estancado en este capítulo de tu vida, ni este fallo. ¡Sigue avanzando!
- No peques más. ¿Sabes por qué? Porque tienes la capacidad, aunque quizá no lo creas, para no caer más en este pecado. Por lo tanto, ¡déjalo atrás!