🤱🏻 Más atento que una madre

¿Has visto alguna vez a una madre cuando su hijo tiene fiebre? Lo deja todo.
Yo misma lo he hecho por mis niños: me he sentado junto a su cama durante horas, les he puesto paños fríos en la frente, les he susurrado palabras de consuelo y he estado atenta al reloj para darles el medicamento a la hora exacta.
Dormir no era una opción mientras ellos me necesitaban.
Ese cuidado tierno, paciente y vigilante… es apenas un reflejo del cuidado que Dios tiene por ti.
Amigo/a, a veces nos sentimos invisibles. Creemos que nuestras lágrimas pasan desapercibidas y que el mundo sigue girando sin notar nuestra carga.
Pero la verdad es esta: Dios no solo te ve, Él te cuida activamente. Su amor no descansa. Él está presente, atento, dispuesto a consolar, restaurar y liberar.
“Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás.” (Salmos 32:7, RVR1960)
Su cuidado es más que protección. Es presencia constante, es consuelo, es dirección.
Él canta sobre ti cuando no puedes dormir, te sostiene cuando flaqueas, y te guarda cuando no sabes cómo seguir. Y lo hace porque te ama profundamente, ¿lo crees?
Ahora bien, cuando confías en ese cuidado, algo cambia en tu interior: La angustia cede su lugar a la paz. El miedo se transforma en esperanza, y puedes volver a respirar con libertad.
La confianza en Dios no elimina los problemas, pero cambia por completo la forma en que los enfrentas.
¿Estás dispuesto a descansar en ese cuidado? A soltar lo que te angustia y te roba la paz.
Te invito a hacer una pausa y reconocer al menos tres maneras en las que Dios ha cuidado de ti recientemente. Tal vez fue una conversación que trajo consuelo, una provisión que no esperabas, o una palabra que llegó justo a tiempo. ¡Deja que esos recuerdos enciendan tu fe!

