👩🏻💻 Lo que te dices a ti mismo… importa

Amigo/a, hemos llegado al penúltimo día, estamos cerca de finalizar esta poderosa serie y Dios sigue transformando nuestro corazón y palabras. Hoy quiero invitarte a pensar en algo que tal vez has pasado por alto: Las palabras que te dices a ti mismo.
¿Alguna vez has notado cómo te hablas cuando cometes un error? ¿Te has escuchado decir cosas como “soy un tonto”, “nunca voy a poder” o “siempre fracaso”? Puede parecer inofensivo, pero no lo es.
La realidad es que lo que hablas sobre tu vida, moldea lo que crees sobre ti mismo.
Mi amigo, mi amiga, tu diálogo interno no surge de la nada. Se forma con las voces del pasado, las experiencias vividas, las heridas y las personas que más te influyeron. Y con el tiempo, esas palabras se convierten en creencias.
Aunque ya no recuerdes quién las dijo primero, las repites como verdades grabadas.
De hecho, recuerdo como alguien una vez me decía bromeando: mira si cada día te levantas y al mirarte al espejo te dices a ti mismo “qué guapo estoy”, te aseguro que después de un tiempo habrás convencido a tu mente y empezarás a verte guapo en el espejo.
Puede parecer gracioso pero tiene mucha verdad.
Por eso, hoy quiero decirte que si reconoces que en tu diálogo interno, las palabras que te dices a ti mismo no son lo que quisieras, no te preocupes, puedes decidir escuchar la voz de Dios por encima de todas, aun de tu propia voz.
Mira lo que Dios dice de ti:
- Eres escogido/a – Efesios 1:4 “Dios nos escogió en él antes de la creación del mundo…”
- Eres amado/a – Juan 3:16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo…”
- Eres hijo/a – 1 Juan 3:1 “Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios…”
- Eres valioso/a – Isaías 43:4 “Porque eres precioso a mis ojos y digno de honra, yo te amo.…”
Amigo/a, hoy es un buen día para dejar de repetir mentiras y comenzar a proclamar la verdad de Dios sobre tu vida. No te digas lo que el enemigo quiere que creas. Mejor piensa en lo que Dios ya dijo de ti, y dilo en voz alta si hace falta.
No lo olvides, eres un milagro, y es más, ¿qué tal si ahora mismo, en voz alta, te dices a ti mismo/a “¡soy un milagro!”? Amigo/a, esta es la verdad de Dios.

