🤝 Las relaciones profundas son necesarias
Hace unos días hablaba con un chico sobre algo que realmente me incomoda: este ritual superficial que tenemos hoy en día al saludarnos. Aquí en México (no sé cómo sea donde tú vives), el saludo típico es:
—¿Cómo estás?—Bien, ¿y tú?—Bien también.
Y ahí termina. Un intercambio vacío, casi automático. Pero lo que más me molesta de este ritual es que perpetúa la superficialidad en las relaciones. Porque la verdad es que no siempre estamos bien, y la otra persona tampoco. Es como si, inconscientemente, ambos dijéramos: “No quiero abrirme y no quiero que tú te abras conmigo.”
Pero algo que he experimentado con los estudiantes de la escuela de discipulado donde sirvo, por ejemplo, es que basta con hacer la misma pregunta, pero con sinceridad, para que todo cambie.
Si cuando yo les preguntaba “¿Cómo estás?” me respondían “Bien”, yo les repetía la pregunta: “No, en serio, ¿cómo estás?”, mirándolos a los ojos. Y muchas veces, esa segunda pregunta abría el corazón: lágrimas, confesiones, luchas… porque cuando alguien realmente te mira y te pregunta de verdad, es difícil responder con el vacío “bien”.
Y esto es lo que veo en Jesús: Él no permitía relaciones superficiales. Cada encuentro suyo era real, profundo y transformador. Como aquel día en que se encontró con Zaqueo, un hombre rechazado por su pueblo por ser cobrador de impuestos. Todo indicaba que Jesús debía ignorarlo, evitarlo o simplemente ser “amable” y seguir de largo, pero no lo hizo. Jesús lo miró a los ojos y le dijo: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.” (Lucas 19:5, RVR60)
Jesús sabía que le era necesario entrar en su casa. Sabía que esa visita abriría el corazón de Zaqueo y lo transformaría para siempre.
Y hasta hoy, Jesús sigue buscando entrar en las casas, en los corazones, en las vidas de quienes parecen lejos. Entonces te pregunto: ¿qué tan real eres con los que te rodean? ¿Qué tan profundas son tus relaciones?
Amigo/a, por un lado, Jesús quiere entrar en tu casa hoy; no solo en la parte bonita que todos ven, sino en los cuartos cerrados del corazón. Y, por otro lado, te invita a entrar tú en la vida de otros, a ir más allá del “¿Cómo estás?” y convertirte en un reflejo de Su amor real y cercano.
Mi amigo/a, Jesús no busca conversaciones vacías… busca corazones abiertos. No vivas relaciones superficiales cuando Dios te llamó a tener encuentros que transforman vidas.