Amigo/a, heridas sanadas 🩹
¿Está tu corazón herido por cosas que ocurrieron en el pasado? El tiempo suele cerrar las heridas, pero eso no quiere decir que estén realmente sanadas.
Imagínate cómo debió sentirse José cuando se reencontró con sus hermanos después de tantos años. Aquellos que le habían vendido como esclavo eran ahora los que necesitaban comprar trigo para poder sobrevivir: las tornas habían cambiado.
Es fácil seguir los instintos humanos y querer devolver mal a aquellos que nos han lastimado. Sin embargo, hace falta mucho coraje y humildad para decidir amar. Eso es lo que hizo José, cuando le dijo a sus hermanos: “Dios me envió delante de vosotros para que podáis sobrevivir sobre la tierra, para daros vida por medio de una gran liberación...” (Génesis 45:7, RVR95).
La Biblia dice que “no tenemos lucha contra sangre y carne…” (Efesios 6:12), sino contra las tinieblas. Cuando queremos hacer daño a otras personas, no nos damos cuenta de que nuestro verdadero enemigo sonríe, porque ha conseguido su objetivo de engañar, de destruir, y de enfrentar a los hermanos.
¿Por qué crees que Jesús nos ordenó amar y bendecir a nuestros enemigos (Mateo 5:44)? Porque el amor es la mayor arma que tenemos contra las tinieblas: es capaz de destrozar las mentiras, las malas actitudes, y traer paz y bendición a los corazones.
José no reprochó a sus hermanos su pecado. Al contrario, decidió amarles y enfocarse en los milagros que Dios había hecho a través de esa situación. Como resultado de ello, tuvo lugar la reconciliación y el reencuentro con sus seres queridos, incluido su querido padre.
Amigo/a, Dios te invita en este día a amar, y a centrarte en los milagros que Él está haciendo en tu vida. Te quiero invitar de todo corazón a que dediques un momento para librarte de todo tipo de rencor y de las heridas del pasado. Ora para que el Señor traiga personas a tu mente que te hayan dañado, y haz una oración por ellas perdonándolas, y bendiciéndolas de todo corazón. ¡No hay nada más liberador que dar rienda suelta al amor de Dios!
Eres un/a hijo/a precioso/a de Dios