Amigo/a, 🤲 He venido a salvar las almas...
Continuamos hoy nuestra serie especial de Adviento con el testimonio de Jacobo, hijo de Zebedeo. Al final de su testimonio, terminaré como siempre con unas pocas palabras de ánimo. Te dejo con su relato:
La siguiente historia es una de la que no me siento orgulloso en absoluto, pero creo que es importante que lo comparta contigo, por si de alguna manera te habla al corazón.
Como sabrás, los judíos y los samaritanos no nos llevamos bien. De hecho, mi hermano Juan y yo siempre hemos tenido un rechazo muy grande hacia ellos, casi odio. Cuando Jesús fue a predicar y a sanar enfermos en Samaria, no podíamos entender por qué desperdiciaba Su precioso tiempo y energía con personas tan despreciables como los samaritanos. ¡No tenía ningún sentido! Cuando nos hizo trabajar los campos de Melek, no podíamos entender el motivo por el cual Jesús nos había pedido hacer esto.
Estábamos todavía en Samaria, intentando comprender todo esto, cuando un día unos samaritanos nos insultaron y escupieron. ¡No solo a nosotros, sino a Jesús! Nuestro corazón se encendió en ira, y le rogamos a Jesús que mandase fuego del Cielo para consumir a esas personas tan indignas (Lucas 9:51-56). Estábamos tan enfadados, que incluso nos atrevimos a sugerirle que la idea de haber venido a Samaria había sido un error.
Jesús, con gran paciencia pero con autoridad, nos corrigió, y es ahí cuando empezamos a comprender. Lo que ocurrió en el pozo con Photina, y lo que ella contó a tantos otros, iba a tener un impacto en multitudes de vidas a lo largo de muchas generaciones. Esos samaritanos, a los que tanto odiábamos, estaban dispuestos a creer en Jesús sin ni siquiera haber visto grandes milagros.
Como judíos, siempre nos hemos considerado mejores que los samaritanos, pero ese día comprendimos que no lo somos. Jesús no nos llamaba a juzgar a los demás, sino a servirles por amor y con humildad.
¡Todavía no puedo creer que nos atreviésemos a decir esas cosas! ¿En qué estábamos pensando? Estábamos tan avergonzados… Jesús nos animó, y nos sentimos de nuevo aceptados y perdonados por Él, pero desde entonces nos ganamos el apelativo de “Hijos del Trueno”. ¡Buena forma de hacernos recordar que teníamos que tranquilizarnos un poco! =)
Mi nombre es Jacobo, hizo de Zebedeo, y, a pesar de mis errores, he sido elegido por Jesús.
Amigo/a, ¿alguna vez has explotado delante de Dios o de otras personas, y luego te has arrepentido por ello? Dios está trabajando en tu carácter, y quiere que cada día seas más y más purificado. Que no seas conocido por lo que te rodean como un “hijo/a del Trueno”, sino más bien como un hijo de Dios, ¡especialmente en este momento del año! =)