Amigo/a, ¡haz que cuenten!
¿Alguna vez te ha pasado que, al tener una conversación con amigos, habéis empezado a hablar de otras personas, y habéis acabado casi sin daros cuenta criticando, juzgando o directamente murmurando?
He de reconocer que a mí me ha pasado esto algunas veces, hasta el punto de preguntarme en más de una ocasión: ¿cómo es posible que hayamos derivado en la conversación hasta este punto? Hay una serie de mecanismos que entran en juego aquí:
- Contar secretos: No sé si te habrá pasado a ti, pero cuando sabes algo que nadie más sabe y te dispones a contárselo a los demás, hay una especie de acelerón de adrenalina. Nos sentimos en el centro, con la atención de todos, sobre todo si la noticia es sorprendente.
- La presión de grupo: Cuando estás en una conversación y parece que todo el mundo está de acuerdo, hablando mal sobre una persona, o sobre un grupo, una opción política, etc., hay una presión en nosotros por seguir la corriente, para no parecer los bichos raros.
- La curiosidad: Todos tenemos ese punto de curiosidad, en el que estamos interesados en conocer historias o cosas que le han ocurrido a otras personas, sobre todo si son poco frecuentes.
A veces tomamos nuestras conversaciones a la ligera, y nos olvidamos del poder tan grande que tienen nuestras palabras, y de la seriedad que Dios le confiere a cada cosa que decimos. Jesús, de hecho, dice: “Puedes estar seguro de esto: que cuando el día del juicio venga, cada persona tendrá que dar cuentas de todas las palabras irresponsables que han hablado, por cada una de ellas” (Mateo 12:36, traducido de TPT).
Amigo/a, tus palabras tienen un valor enorme; por tanto, ¡haz que cuenten! Que cada palabra que salga de tu boca esté llena de luz y de bendición, y que sea para animar y edificar, nunca para destruir. Y si tus amistades tienden a criticar y a murmurar, quizá es tiempo de hablarles claramente, o de cambiar directamente de amigos =)
“Señor, quiero que cada palabra que salga de mi boca bendiga a las personas y te dé gloria. Ayúdame a no decir cosas de manera irresponsable, ni a hacer daño a nadie. Que mis palabras estén llenas de Tu luz y de Tu bendición. En el Nombre de Jesús. ¡Amén!”