Amigo/a, 😉 Este no es el fin de tu historia...
Continuamos hoy nuestra serie especial de Adviento con la historia de Melech. Al final de su testimonio, terminaré como siempre con unas pocas palabras de ánimo. Te dejo con su relato:
¿Has pasado por una mala racha alguna vez en tu vida? Yo pasé por una hace no mucho tiempo atrás.
Se nos había terminado el dinero, y no teníamos nada más que comer. Podía verle las costillas a mi hija, y los ojos de mi esposa languidecieron por falta de alimento. No era capaz de encontrar ningún trabajo, y no sabía qué hacer. Movido por la desesperación, me escondí con un amigo en el camino de entrada a la ciudad, con la idea de robar a la primera persona que pasase por ahí.
Atracamos a un hombre judío. No queríamos hacerle daño, pero al forcejear se hirió la cabeza contra una roca. No sabemos si murió o no, ya que nos dimos prisa en tomar su caballo, su ropa y sus pertenencias, antes de salir lo más rápido posible de allí.
Mientras huíamos, hice un mal gesto debido a los nervios, y caí del caballo, rompiéndome la pierna. Siempre he considerado que esto había sido una consecuencia del justo juicio de Dios en mi vida. Desde ese día, vivía con la vergüenza constante de haber hecho una cosa tan terrible, y la duda de si ese hombre judío al que atacamos sobrevivió o no me atormentaba a diario. Ya no podía trabajar ni cultivar mis campos, por lo que mi familia y yo estábamos abocados a morir de hambre.
Pero un día, Él apareció. Sus discípulos habrían labrado y sembrado nuestras tierras, y Jesús mismo nos invitó a cenar con comida que habían comprado. Sencillamente, no me lo podía creer: nunca nadie había mostrado tanta generosidad hacia nosotros, y además sin conocernos.
Esa noche, cuando le abrí mi corazón y les conté lo que había hecho, pude ver en los ojos de Jesús que Él ya conocía mi historia. Entonces, me dio la respuesta que tanto necesitaba: “el judío al que atacásteis, no murió. Un buen samaritano pasó, y cuidó de él” (mira la historia en Lucas 10:30-37). No había dudas: Jesús sabía lo que estaba diciendo. Me puse a llorar, contento de saber que ese hombre judío se encontraba bien.
Así es como comenzó mi liberación, pero no se quedó ahí. A la mañana siguiente, me desperté con mi pierna totalmente sana. ¡Jesús me había sanado! Nunca en esa casa se habían escuchado tantos gritos de alegría. Ahora soy una persona nueva, tanto por dentro como por fuera, y es solo gracias a Él.
Mi nombre es Melech, y he sido elegido por Jesús.
Amigo/a, quizá tú también te sientes avergonzado por malas decisiones que tomaste en el pasado, y sientes que tus pecados te persiguen. Pero Jesús quiere restaurarte completamente. Él no se avergüenza de ti, y quiere darte libertad de cualquier peso o herida que hayas arrastrado a lo largo de estos años. Abre tu corazón en este día, y deja que Él te sane y restaure. ¡Disfruta de esos días de Navidad con la libertad y la bendición de Dios!