• ES
    • AR Arabic
    • CS Czech
    • DE German
    • EN English
    • ES Spanish
    • FA Farsi
    • FR French
    • HI Hindi
    • HI English (India)
    • HU Hungarian
    • HY Armenian
    • ID Bahasa
    • IT Italian
    • JA Japanese
    • KO Korean
    • MG Malagasy
    • NL Dutch
    • NL Flemish
    • NO Norwegian
    • PT Portuguese
    • RO Romanian
    • RU Russian
    • SV Swedish
    • TA Tamil
    • TH Thai
    • TL Tagalog
    • TL Taglish
    • TR Turkish
    • UK Ukrainian
    • UR Urdu
Fecha de publicación 13 de ago. de 2025

📝 Entendiendo nuestras palabras

Fecha de publicación 13 de ago. de 2025

Amigo/a, hace poco me encontré queriendo responderle a alguien de una manera no muy linda. Inmediatamente sonó una alarma dentro de mí que me llevó a preguntarme: ¿Qué está pasando aquí?

¿Te ha pasado?

A veces no nos damos cuenta de dónde vienen nuestras palabras. ¡Qué locura! Pero si pasas un día entero siendo consciente de lo que dices, te sorprenderás. Como te decía ayer, muchas veces nuestras palabras reflejan lo que hay en el corazón. Y lo curioso es que, a veces, lo que decimos no es lo que realmente queríamos decir, o al menos no como queríamos decirlo.

Cuando hablas desde el enojo, la impaciencia, o peor aún, desde una herida… ¿Sabes a qué me refiero, verdad? Cuando llevas tiempo acumulando amargura, rencor o dolor por un conflicto no resuelto, incluso un simple saludo puede salir distorsionado. Un “buen día” puede responderse con un “¿qué tiene de bueno?”.

Como diría Santiago: Esto no debe ser así. Mira lo que dice el Salmo 141:3-4, NVI: “Señor, ponme en la boca un centinela; un guardia a la puerta de mis labios. No permitas que mi corazón se incline a la maldad…”

Amigo/a, la Palabra de Dios hoy quiere recordarte algo crucial: no se trata solo de autocontrol, sino de dependencia del Espíritu Santo. Él puede frenar nuestras reacciones impulsivas y enseñarnos a hablar con sabiduría, aun cuando estamos enojados, frustrados o heridos. La lengua no tiene frenos, pero el Espíritu sí.

Por eso hoy, el llamado es a estar alerta; alerta de tus reacciones, de cómo respondes a los demás y de cómo hablas con los que te rodean. 

Pero aquí está la buena noticia: si le entregas tu corazón al Espíritu Santo, Él no solo vigilará tus labios, también sanará tus heridas. No estás solo/a en esta lucha interna, Dios quiere darte un nuevo lenguaje: el del amor, la gracia y la paz.

Así que hoy, si sientes que tus palabras se han convertido en armas, entrégale ese dolor al Señor. Él puede transformar lo que causó la herida en un canal de sanidad. Tus palabras pueden ser una herramienta para destruir… o un canal para restaurar. Hoy, con Su ayuda, puedes elegir lo segundo.

No lo olvides nunca: ¡Eres un Milagro!

Eleazar Diaz
Author

Pastor principal de una iglesia y director de un programa de discipulado y misiones en Guadalajara, México. Mi pasión es que cada persona pueda tener una relación intima y apasionada con Dios.