• ES
    • AR Arabic
    • CS Czech
    • DE German
    • EN English
    • ES Spanish
    • FA Farsi
    • FR French
    • HI Hindi
    • HI English (India)
    • HU Hungarian
    • HY Armenian
    • ID Bahasa
    • IT Italian
    • JA Japanese
    • KO Korean
    • MG Malagasy
    • MM Burmese
    • NL Dutch
    • NL Flemish
    • NO Norwegian
    • PT Portuguese
    • RO Romanian
    • RU Russian
    • SV Swedish
    • TA Tamil
    • TH Thai
    • TL Tagalog
    • TL Taglish
    • TR Turkish
    • UK Ukrainian
    • UR Urdu
Fecha de publicación 11 de oct. de 2025

⚠️ Entender que aun así hay consecuencias

Fecha de publicación 11 de oct. de 2025

Mi hija Elena está en una etapa donde empieza a darse cuenta de que puede elegir: obedecer a papá y mamá… o hacer lo que ella quiere. Y claro, muchas veces elige lo segundo. Cuando la descubrimos, lo primero que dice es: “Perdón, no lo vuelvo a hacer”. Es como si supiera que esa es la respuesta correcta y pensara que con eso bastará para evitar las consecuencias.

Pero no siempre es así, aunque pide perdón, todavía hay consecuencias: a veces tiene que ir un rato a su cuarto, otras veces se queda sin su juguete favorito. Y aunque no le gusta, poco a poco va aprendiendo que sus acciones tienen consecuencias.

Lo mismo pasa en nuestra vida espiritual.

Cuando pecamos y nos arrepentimos, la Biblia dice que “si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonarnos” (1 Juan 1:9). Eso significa que nuestra relación con Él se restaura y podemos volver a disfrutar de su amor y su gracia, sin embargo, el perdón no elimina las consecuencias.

David lo entendió muy bien.

Dios lo perdonó tras su arrepentimiento por lo sucedido con Betsabé y Urías, pero su familia sufrió las consecuencias de ese pecado durante años. Y aun así, David nunca dejó de amar y confiar en Dios, por eso, siglos más tarde, el Señor dio este testimonio sobre él: “He encontrado en David, hijo de Isaí, un hombre conforme a mi corazón; él hará todo lo que yo quiera.” (Hechos 13:22, NVI)

¿Qué hacía diferente a David? No que fuera perfecto, sino que, aun enfrentando las consecuencias de sus errores, él permanecía orando, confiando y buscando a Dios con todo su corazón.

Amigo/a, quizás tú también estás enfrentando consecuencias por decisiones pasadas. No confundas consecuencias con condenación. Dios ya te perdonó en Cristo. Ahora lo que queda es caminar con humildad, aprender de esas experiencias y seguir confiando en su gracia. El perdón de Dios quita la culpa, pero no siempre evita las consecuencias. La clave es aprender de ellas y seguir confiando en Él.

Oremos: “Señor, gracias porque tu perdón es real y eterno, ayúdame a aceptar con humildad las consecuencias de mis errores, sin alejarme de ti. Que cada experiencia me haga amarte más y obedecerte mejor, amén.”

No lo olvides nunca: ¡Eres un Milagro!

Eleazar Diaz
Author

Pastor principal de una iglesia y director de un programa de discipulado y misiones en Guadalajara, México. Mi pasión es que cada persona pueda tener una relación intima y apasionada con Dios.