Amigo/a, en tus labios hay bendición
Las palabras españolas “bendecir” y “maldecir” vienen respectivamente del latín, benedicĕre y maledicĕre, que significan “hablar bien” o “hablar mal” de alguien o algo.
Es decir, cada vez que estás “hablando bien” de alguien, estás bendiciéndolo, y cada vez que “hablas mal” de él, ¡lo estás maldiciendo! ¡Wow! ¿Habías pensado alguna vez que tu crítica, murmuración, queja… podían ser una maldición para otras personas?
Muchas veces no nos damos cuenta del poder tan grande que tienen nuestras palabras. En mi caso, pude sufrir de cerca el poder tan destructivo que pueden llegar a tener. Durante una etapa de mi vida, una serie de malentendidos y de situaciones concretas hizo que algunos de mis mejores amigos, de los más cercanos, se volviesen contra mí. El hecho de saber que hablaban de mí a mis espaldas y que me criticaban de manera habitual, que murmuraban de mí, ¡fue tan, tan duro!
Gracias a Dios, la situación poco a poco empezó a cambiar, y todos esos malentendidos fueron deshaciéndose con el paso de los meses, pero sin duda ese fue uno de los mayores ataques que pude experimentar en el área de las relaciones. Y sí, la crítica, la murmuración, la queja… fueron los instrumentos principales que el enemigo utilizó para intentar traer maldición y muerte.
Como dice la Biblia, “la muerte y la vida están en el poder de la lengua, y los que gustan usarla comerán de su fruto” (Proverbios 18:21, RVA). ¡Amigo/a, que tu lengua sea una fuente de vida! Que toda maldición sea apartada de tus labios, y que de ellos solo broten palabras de bendición y vida hacia todas las personas.
“Señor, quiero que cada palabra que brote de mis labios sea un instrumento de bendición, y jamás de maldición para mí o para los demás. Deseo de todo corazón estar lleno de Ti, de Tu Presencia, y que cada cosa que haga y que diga está envuelta de tu bendición y de Tu gloria. ¡Quiero brillar con Tu luz, y darte gloria en todo! En el Nombre de Jesús. ¡Amén!”