Amigo/a, el poder de un “PERO...”
Seguimos esta semana hablando acerca de Cielos Abiertos. Una de las cosas más poderosas que podemos experimentar en nuestras vidas es el poder liberador de Dios.
A veces tenemos la tendencia de querer hacer las cosas en nuestras propias fuerzas, y no nos damos cuenta del poder que tenemos en Dios, el cual es mucho más grande de lo que podamos imaginar.
Me encanta el pasaje de la Biblia que habla sobre cuando Pablo y Silas fueron encarcelados en Filipos. La Biblia dice que habían sido azotados y puestos en la peor mazmorra, “PERO a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron” (Hechos 16:25-26).
Pablo y Silas renunciaron a poner sus ojos en la cruda realidad que les rodeaba. Sí, era verdad que su situación era injusta, y desesperada. Sí, era verdad que tenían motivos para sentirse heridos, ofendidos, deprimidos, angustiados… “PERO”, en ese momento, decidieron no quedarse en esa condición.
Escogieron, por el contrario, conectarse al Cielo por medio de la oración y de la alabanza, de una manera tan intensa que dice la Biblia que el resto de los presos les oían. ¡No eran oraciones silenciosas! Salieron de su realidad temporal para conectarse con la realidad Celestial.
Primero cambiaron sus corazones, que se llenaron de gozo a través de la alabanza y de la oración. Y luego, vino el milagro: los Cielos se abrieron sobre sus vidas, y como consecuencia de ello las cadenas se rompieron, y las puertas no pudieron resistir cerradas. ¡Y no solo las suyas, sino las de todos los prisioneros!
Amigo/a, Dios hoy quiere darte libertad de tus cadenas y de tus prisiones. Solo tienes que poner un freno a cualquier forma de queja, miedo o auto compasión, y empezar a mirar las realidades celestiales. Levántate en este día con fuerza, y ora y alaba a Dios de todo corazón en medio de la adversidad. Deja que el Cielo se abra sobre tu vida y rompa tus prisiones, para que puedas vivir en “la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8:21).