🌍 El origen de la tentación

¡Muy bendecido inicio de semana!
A lo largo de estos siete días, quiero compartir contigo un tema sumamente importante. Es un aspecto que no siempre estamos tan dispuestos a compartir con los demás. Sin embargo, si aprendemos a ser vulnerables, tanto con otros como especialmente con Dios, descubriremos una gran libertad.
Este es el tema de la tentación: cómo enfrentarla y, sobre todo, cómo resistirla. Quiero animarte a orar para que Dios te muestre un compañero o compañera de camino con quien puedas compartir sobre este tema.
Comenzamos reflexionando en lo que Santiago nos dice al respecto: “Que nadie al ser tentado diga: «Es Dios quien me tienta». Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él a nadie. Todo lo contrario, cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen.” (Santiago 1:13-14)
Sabes, como humanos tenemos una naturaleza caída que nos inclina al pecado. Lo interesante es que casi siempre queremos echarle la culpa de esto a alguien o algo más: Adán culpó a Eva, Eva a la serpiente, y hoy, nosotros culpamos a la sociedad, a nuestros padres o incluso a Dios. Pero Santiago nos confronta directamente: nadie tiene la culpa más que nosotros mismos y nuestros malos deseos.
Aunque somos creyentes, existe una lucha en nuestro interior entre nuestra naturaleza pecaminosa y el Espíritu Santo en nosotros. La realidad es que cada uno de nosotros tenemos deseos, hay deseos que son naturales, deseos que no son malos. El problema es cuando dejamos que esos deseos se conviertan en algo que nos domine y adquiera otras dimensiones.
Como cuando dejamos que el deseo de comida se convierta en glotonería, o dejamos que nuestro deseo natural en cuanto a la sexualidad se convierte en lujuria. Es entonces cuando los malos deseos nos arrastran y seducen, y la tentación encuentra un punto de entrada.
La tentación no es un evento repentino; es el resultado de alimentar malos deseos. Una historia ilustrativa es la de los dos lobos: “un abuelo le explica a su nieto que dentro de cada persona hay dos lobos en constante lucha. Uno es malo: ira, envidia, egoísmo; el otro es bueno: amor, paz, fe. El nieto pregunta ¿Cuál gana? El abuelo le responde: "Aquel al que alimentes más”.
De igual manera, caer en pecado no es algo accidental, sino fruto de alimentar constantemente un deseo equivocado hasta que este nos domina.
Amigo/a, ¿hay algún mal deseo estes alimentando al punto de que el enemigo pueda usarlo para tentarte? Hoy decide reconocerlo delante de Dios, reconocer es el primer paso para vivir en victoria.

