📚 El desierto: lugar de preparación
Como te decía ayer, el desierto muchas veces es un indicativo de que algo nuevo viene.Para Moisés fue el preámbulo de su llamado.Para el pueblo de Israel, el preámbulo a la tierra prometida.Para Jesús, el preámbulo de Su ministerio público.
Pero no solo eso: el desierto también es un lugar de preparación y formación. Y aquí viene algo interesante (y a veces difícil): en muchas ocasiones, el tiempo que pasamos en el desierto depende de nosotros.
Como esta situación que me sucedió un par de veces con mi hija Elena.
Mi hija Elena es una niña de carácter fuerte. Eso tiene sus ventajas, pero para nosotros, sus padres, a veces es un reto.
Más de una vez ha decidido que la comida que le servimos “no le gusta”.Por más que la animamos, insiste en no comer. Así que, en un par de ocasiones, le he dicho: “No puedes levantarte de la mesa hasta que termines.” Ella se queda mirando su plato, molesta, y yo me quedo cerca, esperando.¡Más de una vez se ha quedado dormida frente a su comida!La realidad es que, si hubiera comido, en menos de veinte minutos habría podido ir a jugar. Pero por su terquedad, terminó sentada más de una hora.
Y si somos honestos, tú y yo podemos ser así con Dios.
El pueblo de Israel lo fue.¿Sabías que el camino por el desierto debía haber durado cuarenta días?Pero, por su dureza de corazón y desobediencia, ¡terminaron dando vueltas cuarenta años!
Por el contrario, Jesús estuvo en el desierto cuarenta días: ayunando, orando, meditando en la Palabra, enfrentando la tentación. Es como si nos mostrara cómo debía haber sido el proceso de formación correcto.
Amigo/a, ¿qué quiere enseñarte Dios en este tiempo?¿Estás dispuesto/a a ser formado/a?¿Cuánto tiempo quieres estar en el desierto?
¿Qué tal si hoy tomas un momento para reflexionar sobre tu proceso de formación con Dios? Pregúntale al Señor en oración:“¿Hay alguna área en mi vida donde me estoy resistiendo a Tu formación?”