Amigo/a, Dios ya te lo ha concedido...
¿Alguna vez le has pedido a Dios que te escuche? Quizá has tenido momentos en los que pensabas que Dios no te escuchaba, y que has aprovechado para reclamar su atención.
Esto es lo que decía el rey David en el salmo que estamos analizando esta semana: “Escúchame cuando oro, oh SEÑOR; ¡ten misericordia y respóndeme! Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»” (Salmo 27:7-8, NTV).
Me encanta la relación tan viva que David tiene con Dios. Fíjate, primero le pide a Dios que, por favor, le escuche, que tenga piedad de él, que le responda… pero tras un rato expresándole sus temores, se da cuenta de que el Señor le estaba diciendo todo el tiempo a su corazón: «Ven y conversa conmigo».
A veces tengo la sensación de que nuestras oraciones pueden acabar así, convirtiéndose en una constante súplica a Dios para que nos escuche y que tenga misericordia de nosotros. Pero, tras un buen rato así, si estamos atentos, quizá podamos escuchar a Dios diciéndonos también: “Ya te escucho, y ya tienes mi misericordia… ¡Ya te he concedido esas cosas! Ven, hablemos...”
Amigo/a, no hace falta que supliques a Dios por aquello que ya te ha dado. Que tus oraciones estén llenas de fe, y que en este día puedas levantarte en Su amor y decirle como el salmista: “Aquí vengo, Señor. ¡Gracias porque sé que me escuchas! ¡Gracias, Señor, por Tu amor, y por Tus planes para mi vida! ¡Gracias, Señor, porque peleas por mí, y porque en Tu Nombre tengo la victoria!”.
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