Amigo/a, Dios te da Su Palabra...
Nuestras palabras tienen un poder inmenso. Piensa en esto: hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y Él es la Palabra (Juan 1:1). Él creó todo a través de Sus palabras, y dio vida a través de ellas a toda la Creación.
Nosotros, con nuestras palabras, podemos también crear diferentes realidades para nuestra vida. Cuando nuestras palabras se alinean a la Palabra de Dios y a Sus promesas, estamos abriendo puertas por medio de la fe, invitando a Dios para que haga milagros en nuestro medio. Pero cuando hablamos palabras cínicas, de acusación, de duda, de crítica… estamos por el contrario dando lugar a las tinieblas para que roben, maten y destruyan en nuestro medio.
Fíjate en lo que dice Jesús: “El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:35–37).
¿Por qué son tan importantes las palabras? Porque reflejan lo que hay en el corazón, y además, tienen un poder enorme, tanto en tu vida como en la vida de las personas. El padre que le dice a su hijo desde pequeño que es estúpido cada vez que comete un error, sin querer está marcándole para el resto de su vida con complejos e inferioridad; de la misma manera que una palabra de ánimo en un momento especial puede llevar a una persona a seguir adelante, o incluso a tomar decisiones que marcarán su destino.
Es por eso que la Biblia nos dice: “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo...” (1 Pedro 4:11).
Amigo/a, ¡habla las palabras de Dios, tanto sobre tu vida como sobre los demás! Cuando tus palabras se alinean con las de Dios, Su poder se manifiesta imparable en tu vida, y alrededor de ti.
