Amigo/a, ¡dale la vuelta a la situación!
El rey Ezequías ha sido siempre uno de mis referentes en la Biblia.
Desde que subió al trono, se esforzó por restaurar el templo de Jerusalén y santificar la casa de Dios que por años había estado desolada. Junto a los levitas, restauró el orden establecido por Moisés, y adoró a Dios con toda la multitud del pueblo, celebrando de nuevo las fiestas de la Ley. ¡Básicamente, él recondujo a todo el pueblo de Judá a Dios!
Uno de los momentos de su vida que más me inspira es cuando el rey Senaquerib, rey de Asiria, invadió Judá con sus ejércitos. Había arrasado todo a su paso, e iba de camino a Jerusalén. Uno de sus emisarios trató de incitar al pueblo de la ciudad a rendirse sin pelear, burlándose de lo insignificantes que eran en comparación con los ejércitos asirios. Pero Ezequías animó al pueblo, diciendo: “Esforzaos y sed valientes; no temáis ni desmayéis ante el rey de Asiria, ni ante toda la multitud que viene con él; porque más poderoso es el que está con nosotros que el que está con él” (2 Crónicas 32:7, RVA).
Ezequías entonces se fue al templo a orar, a derramar su corazón ante Dios, y como consecuencia, al día siguiente, el ejército de los asirios fue completamente deshecho de una manera sobrenatural, al punto de que Senaquerib tuvo que salir huyendo. Sí, la fe y la valentía de Ezequías le dieron la vuelta completamente a la situación
Amigo/a, no tienes por qué pelear tus batallas tú solo(a): Dios quiere ayudarte. Él tiene todo el poder para hacer que aun el mayor de los problemas desaparezcan de la manera más inesperada: solo tienes que venir delante de Él con un corazón completamente abierto, y echar tus ansiedades delante de Él. Levántate en este día, prepárate para luchar con valentía la buena batalla de la fe, y deja el resto al Señor.