Amigo/a, ¡confiesa Su Palabra!
A lo largo de esta semana hemos hablado acerca del poder de las palabras. Hoy me gustaría terminar hablando de la palabra más poderosa del universo: la Palabra de Dios.
¿Alguna vez al pasar por situaciones difíciles te has aferrado a las promesas de Dios que aparecen en las Escrituras? Yo lo he hecho en infinidad de ocasiones a lo largo de estos años, y en todas ellas he podido experimentar la obra de Dios en mi vida a través de Su Palabra.
Una de las promesas que más he experimentado cuando he tenido problemas es esta: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6–7). Cada vez que paso por un problema:
- se lo entrego a Dios en oración,
- empiezo a darle gracias por lo que va a hacer,
- y como consecuencia, siempre recibo esa paz preciosa, como promete este pasaje.