Amigo/a, busca una buena sombra… ⛱
Tu entorno tiene una influencia muy considerable en tu vida. Seguro que alguna vez has experimentado la influencia que tus amigos pueden llegar a tener en tu forma de pensar y de actuar.
Recuerdo que cuando era adolescente, pasaba mucho tiempo con el resto de jóvenes de la iglesia. Ellos eran mi grupo de amigos, y juntos hacíamos todo tipo de actividades: teníamos nuestras bromas, nuestros juegos, nuestras formas de hablar… De alguna manera, todos estábamos influenciados con la cultura que se había creado en nuestro grupo de amigos, tanto para bien como para mal.
Todos conocemos el refrán español que dice: “el que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”. Es importante saber a qué árboles nos arrimamos, y con qué personas pasamos más tiempo y desarrollamos una relación, porque las actitudes de esas personas sin lugar a dudas ejercen una gran influencia en nuestras vidas.
La Biblia dice que tenemos que ser “unánimes entre nosotros, teniendo un mismo sentir; no orgullosos, sino relacionándonos con personas humildes. No debemos ser sabios en nuestra propia opinión...” (adaptado de Romanos 12:16). Es interesante cómo este pasaje no solo nos anima a no dejar que el orgullo tome ventaja en nuestra vida, sino que nos insta, además, a relacionarnos con personas humildes.
¡Es tan precioso poder interactuar con personas humildes de corazón! Ahí se crea un ambiente de paz, de gozo y de bendición… y lo mejor de todo, es que ¡nos anima de manera natural a ser también humildes!
Amigo/a, rodéate de personas humildes. Busca amigos que tengan este ADN en sus vidas, que rebosen de humildad y que tengan un corazón limpio y lleno de Dios. ¡Eso te beneficiará tanto! Y si hay personas orgullosas en tu trabajo, en tu familia o en tu clase y no puedes evitar estar expuesto a ellas, te animo a que reafirmes tu identidad en Cristo, y que pongas barreras, para que así su relación no te influencie para mal.
Amigo/a, que la humildad de tu corazón te haga brillar en este día con fuerza, para la gloria de Dios (Filipenses 2:14–16)