🥳 Alegría en medio de la escasez
El capítulo 8 de la segunda carta a los Corintios es uno de los pasajes más hermosos y poderosos acerca de la generosidad verdadera. En él, Pablo anima a los creyentes a participar en una ayuda para los hermanos necesitados en Jerusalén. Pero lo que me encanta es que Pablo no apela a la culpa ni a la presión, sino a la gracia.
Para Pablo, la generosidad no es una transacción, sino una transformación: el fruto natural de una vida tocada por el amor de Dios. Y es que una de las frases que más escucho cuando se habla de dar es: “Yo daría… si tuviera más.”¿Te suena familiar? Tal vez incluso tú lo has pensado alguna vez.
Pero la realidad, Amigo/a, es que la generosidad no nace del bolsillo, sino del corazón.
Pablo pone como ejemplo a las iglesias de Macedonia, diciendo: “En medio de las pruebas más difíciles, su desbordante alegría y su extrema pobreza abundaron en rica generosidad.” (2 Corintios 8:2, NVI)
¡Qué contraste tan poderoso y tan hermoso!No tenían mucho, pero tenían gozo. Y ese gozo los llevó a dar más allá de lo que parecía lógico. Su alegría no dependía del dinero, sino de Cristo.
A lo largo de los años, he visto esto una y otra vez: personas con muchos recursos que dan muy poco… y personas con muy poco que dan con una fe conmovedora. Porque, al final del día, no se trata de cuánto das, sino de cuánto amor hay en lo que das. La gracia de Dios te impulsa a compartir, incluso en tiempos difíciles. Y cuando lo haces, descubres que hay una alegría profunda en vivir con manos abiertas.
Amigo/a, déjame hacerte esta pregunta: ¿estás esperando tener más para empezar a dar?
Dios te invita hoy a dar con alegría, no desde lo que sobra, sino desde un corazón confiado que dice: “Señor, confío en que nunca me faltará nada si mi vida está en tus manos.”