Amigo/a, 👊🏻 ¡Aférrate a Dios y no te sueltes!
Ayer hablábamos acerca de la bondad de Dios, y de los ataques que el enemigo pone en nuestro corazón y en nuestra mente para que creamos todo tipo de mentiras acerca de Él. El propósito de ello es hacernos caer en doble ánimo, en confusión, y afectar nuestra comunión con Dios.
Dios quiere bendecirnos, y darnos Su sabiduría, así como todo tipo de cosas que ya ha preparado para nosotros. ¡Él es realmente un buen Padre!
El apóstol Santiago nos confirma que Dios nos da esas cosas cuando se las pedimos, pero pone una condición que es la que crea la diferencia. Dice: “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra” (Santiago 1:6)
Me gusta decir que la fe es la capacidad que tienes de “a-FE-rrarte” a Dios. Déjame ilustrarte esto por medio de dos ejemplos personales:
- Un cristiano ora para que Dios le ayude en su situación, pero está desesperado. No sabe muy bien si realmente su oración es escuchada, ya que tiene experiencia en oraciones no contestadas en el pasado. Y aunque ha sentido el amor de Dios en su vida en el pasado y cumple con sus responsabilidades como cristiano, siente que Dios a veces sencillamente es soberano, y hace lo que quiere.
- Otro cristiano también ora por su situación, pero de una manera diferente. Cree que Dios le está escuchando, y que Él es realmente bueno y confiable. Es su Papá, y no le va a dejar tirado, por lo que decide aferrarse a Él de todo corazón. Proclama en oración las promesas de Dios, y echa toda su ansiedad a los pies de Dios, hasta que recibe la paz que Dios promete en Su Palabra, una paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:6–7).
¿Cuál de los dos crees que recibirá lo que pide? ¿Con cuál de los dos te identificas más? El primero está inmerso en duda, ansiedad y doble ánimo, mientras que el segundo ha decido aferrarse a Dios, y vive en una atmósfera de fe y paz.
El segundo es el que está abriendo la puerta, por medio de la fe, para dejar que el Cielo entre e invada su situación, y que los milagros de Dios se manifiesten en su vida. Y todo ello, por medio de esa fe que le lleva a aferrarse a Dios y a Sus promesas. Y sí, sin duda tarde o temprano verá la respuesta de Dios.
Amigo/a, ¡aférrate hoy a Dios por medio de la fe! Decide creer en Su bondad, en Sus promesas para ti, y en Sus buenos planes y deseos para tu vida. ¡No dejes que nada ni nadie te haga salir de esta convicción, y te seguro que verás la gloria de Dios como nunca antes! (Juan 11:40)