Amigo/a, 🙌🏻 ¡Tú también puedes!
Hoy llegamos al final de esta serie, en la cual hemos analizado elementos importantes de la venida de Jesús al mundo con la ayuda del acrónimo NAVIDAD. Hoy vamos a ver la última letra, la "D", que evoca la "Divinidad" de Jesús.
Cuando Jesús vino a este mundo, nació como un hombre. Él no perdió Su divinidad, ni dejó de estar en una relación profunda con el resto de la Trinidad; pero voluntariamente se despojó de Su poder como Dios, para llegar a ser semejante a nosotros en todo.
Esto es lo que dice la Biblia en relación a que Jesús "no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres" (Filipenses 2:6–7).
Él vino a este mundo como cualquier otro bebé, y creció como cualquier niño, con la única diferencia de que Él jamás cometió pecado.
Quizá te preguntarás: "Entonces, si vino como un hombre normal, ¿cómo es que fue capaz de hacer todos esos milagros?".
Por el poder del Espíritu Santo. Esto es de hecho lo que dice la Biblia, cuando Jesús comenzó su ministerio tras pasar los 40 días en el desierto: "Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea..." (Lucas 4:14)
Jesús no era un semidios como los de la mitología romana, ni tenía poderes especiales, porque como hemos visto antes se despojó de ellos al venir al mundo.
Él partió del nivel 0, como cualquier de nosotros, y nos mostró cómo, por medio de una relación viva con el Padre y a través del poder del Espíritu Santo, pudo vivir en una dimensión de discernimiento, gloria y milagros increíble.
De hecho, Él mismo nos dice: "El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre" (Juan 14:12)
Amigo/a, ¡Jesús es nuestro modelo! Tú y yo tenemos la oportunidad de vivir y caminar en este mundo como Él lo hizo. ¡Él tiene cosas preciosas preparadas para ti! =)
Te llevo en mis oraciones y en mi corazón,