La Real Academia de la Lengua da dos definiciones esenciales para la palabra “apariencia”:
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Aspecto o parecer exterior de alguien o algo.
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Cosa que parece y no es.
Nos hemos centrado en estos días en hablar acerca de la segunda definición, cuando nos mostramos ante los demás como lo que no somos. Pero también es cierto que hay una apariencia que es positiva, y que tiene que ver con lo que los demás ven realmente en nosotros, con lo que reflejamos desde el interior.
Muchas veces no somos conscientes de ello, pero la gente ve lo que hacemos. Las personas con las que compartimos nuestro día a día ven nuestras reacciones, nuestros pequeños detalles, y eso les hace conocer más cómo somos en realidad. Como dice la famosa expresión, “nuestros hechos hablan más fuerte que nuestras palabras”.
¿Qué es lo que los demás ven en ti? ¿Qué es lo que refleja tu interior? Y más todavía, ¿hay alguna manera de que puedas mejorarlo? Los evangelios hablan acerca de la transfiguración de Jesús, y dicen que, “entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente” (
Lucas 9:29). Fíjate en lo que dice: al orar, su apariencia cambió. Esa conexión con Dios es la que nos hace brillar en nuestro interior, y eso nos hace brillar también en el exterior.
La Biblia dice también: “Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor” (
2 Corintios 3:18, RVR95).
¡Sí, Amigo/a, que la gloria de Dios se refleje hoy en tu vida! Fija tus ojos en Él en este día, y deja que Su gloria se manifieste en ti, para que los demás sean tocados y bendecidos por ella.
