Amigo/a, no lo sé… 🤷♀️
¿Te has encontrado a veces con personas que parece que no te escuchan cuando hablas?
Yo sí, en varias ocasiones. La conversación para ellas, al final, se convierte en una excusa para expresar lo que piensan: a penas empiezas a hablar, ya están pensando en lo que van a contestar, sin prestar realmente atención a lo que estás diciendo. ¡Qué mal sienta eso! ¿Verdad?
Por el contrario, ¡sienta tan bien mantener una conversación con personas que te escuchan con atención! Todos, como seres humanos, necesitamos sentirnos escuchados, pero a menudo ponemos más nuestra atención en hablar que en escuchar.
De hecho, no sé tú, pero yo he sentido varias veces a lo largo de mi vida que, como cristiano, tenía que ser capaz de dar una respuesta a cualquier pregunta que me hiciesen acerca de la fe. Es cierto que en nuestro corazón tenemos que prepararnos para hablar a las personas que nos rodean acerca de Dios (1 Pedro 3:15), pero habrá a veces preguntas para que las que no tengamos una respuesta clara. ¡Y no pasa nada!
He aprendido a lo largo de los años que, en esos casos, lo mejor que puedo hacer es ser sincero y expresar con humildad que no sé la respuesta, que aún estoy creciendo en mi caminar con Dios. ¡Esa humildad crea una conexión muy especial!
La Biblia dice: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse” (Santiago 1:19).
Amigo/a, las personas que te rodean no necesitan que tengas una respuesta para todo: necesitan que las escuches con atención, y que seas auténtico, genuino en tus respuestas. El hábito de escuchar atentamente a las personas y de hablar con humildad, te ayudará a crecer en sabiduría, y hará que seas de gran bendición para los que te rodean.
Hoy abre tus oídos, y deja que el Señor hable a través de ti