Amigo/a, ¿está tu muro vacío?
¿Cuál fue la última vez que afrontaste un reto personal? Ya sabes, algo como quizá bajar de peso, conseguir ahorrar, o aprender un idioma, por poner unos ejemplos.
Los retos son generalmente complicados porque, como dice la misma palabra, “nos retan” a salir de nuestra zona de confort, a hacer cosas que no siempre nos apetecen. ¿Sabes cuál es una clave para conseguir mantenerse firme? Pensar en la meta, en el objetivo final que estás buscando.
Hace unos días, de hecho, oí un podcast en el que decían que una buena estrategia es colgar en un lugar visible de la pared fotografías o frases escritas en un papel que te recuerden por qué estás haciendo ese reto, y cuál es la recompensa que te espera si lo completas. Así, cada vez que lo veas, te motivará a seguir adelante.
Mira lo que decía el apóstol Pablo: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14). Pablo había corrido bien su carrera, pero lo que le mantenía activo era tener sus ojos puestos en la meta, en el premio que Dios tenía ya reservado para Él.
Pablo conocía profundamente a Dios, y sabía cómo era estar en el Cielo: algo glorioso, sencillamente inexplicable (2 Corintios 12:4). Él sabía lo que le esperaba allí, pero lo mejor es que podía empezar a sentirlo ya aquí en la tierra.
Amigo/a, ¡haz del Cielo el combustible de tu vida! A lo largo de esta semana vamos a profundizar más sobre cómo alcanzar esta meta gloriosa. Te dejo con una pregunta: ¿y si tuvieses el Cielo siempre en mente a la hora de hacer cualquier cosa? Te animo a que lo intentes: estoy convencido de que cambiará tu forma de ver la vida.
Eres una bendición de Dios.