Amigo/a, ¿en qué reino vives?
¿Recuerdas la parábola de los dos deudores? Ya sabes, esa parábola en la que el Rey perdona una deuda enorme a uno de sus siervos, pero el siervo a su vez no es capaz de perdonar una deuda pequeña a uno de sus compañeros (puedes leerla en Mateo 18:23-35).
A veces nos comportamos de esta manera. Hemos entrado en un reino en el que el Rey nos mira con amor, en el que sale corriendo a recibirnos como el padre de la historia del hijo pródigo, a pesar de nuestros errores del pasado. Hemos recibido “un reino inconmovible” (Hebreos 12:28), eterno, en el que tenemos acceso al gozo, a la paz, al perdón y a la bendición de Dios…
… pero aun así, aun habiendo sido “trasladados a ese reino” (Colosenses 1:13) por medio de Jesús, aun así, ¡aun así...! Aun así, seguimos usando las técnicas del antiguo reino de las tinieblas del que fuimos rescatados.
Seguimos en ocasiones juzgando, criticando duramente a los que nos rodean, hablando mal de ellos, o incluso negándonos a perdonarles por lo que nos han hecho. Dejamos que haya pensamientos de acusación y condenación hacia ellos en nuestra mente, cuando nosotros mismos queremos ser libres de la acusación y de la condenación. ¡No tiene sentido!
Amigo/a, ¡reemplaza la acusación por la bendición! Que de tu interior fluyan esos ríos de agua viva que bendicen, edifican y alientan a los que te rodean. Que las aguas amargas de la acusación desaparezcan para siempre de tu vida y de tu vocabulario, y que sean reemplazadas por la bendición de Dios en este día.
Te aprecio grandemente, y doy gracias a Dios por tu vida.