• ES
    • AR Arabic
    • CS Czech
    • DE German
    • EN English
    • ES Spanish
    • FA Farsi
    • FR French
    • HI Hindi
    • HI English (India)
    • HU Hungarian
    • HY Armenian
    • ID Bahasa
    • IT Italian
    • MG Malagasy
    • NL Dutch
    • NL Flemish
    • NO Norwegian
    • PT Portuguese
    • RO Romanian
    • RU Russian
    • SV Swedish
    • TA Tamil
    • TH Thai
    • TL Tagalog
    • TL Taglish
    • TR Turkish
    • UK Ukrainian
    • UR Urdu
Fecha de publicación 3 de sep. de 2024

❤️‍🩹 Cuida tu corazón

Fecha de publicación 3 de sep. de 2024

¡No permitas que tu corazón se llene de amargura!

Amigo/a, he sido testigo de como la falta de perdón puede generar amargura y contagiar a todos los que están cerca. Hace unos años, conocí a una familia amiga en la que la madre guardó resentimiento contra uno de sus familiares durante años. Al no enfrentar esta falta de perdón, su corazón se llenó de resentimiento y amargura, afectando a todos los miembros de su familia y creando una gran división en la familia.

La amargura comienza con una ofensa no perdonada. Puede ser algo pequeño o una gran herida, pero si no la tratamos puede crecer y echar raíces profundas. Estas raíces no solo estorban nuestro crecimiento espiritual, sino que también  pueden contaminar tus relaciones con los demás.

Como nos advierte Pablo en Hebreos 12:15 (RVR1960): “Cuídense unos a otros, para que ninguno de ustedes deje de recibir la gracia de Dios. Tengan cuidado de que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los trastorne a ustedes y envenene a muchos.”

Así es, la amargura nos estorba, es decir, nos impide avanzar en nuestra vida espiritual. Te mantiene atrapado/a en el pasado y en el dolor, impidiéndote experimentar la libertad y el gozo que Dios tiene para ti.

Además, puede influir negativamente en los demás.

Y ahora quizás te estés preguntando: ¿cómo evitar las raíces de amargura o cómo deshacerte de ellas si ya han brotado? La clave es practicar el perdón. Esto no implica ignorar o minimizar el dolor, sino tomar la decisión consciente de liberar a quienes te han herido, entregando esa carga a Dios. al hacerlo su gracia fluye en tu vida, trayendo sanidad y restauración.

Amigo/a, tómate un tiempo para escuchar tu corazón, ora y entrega esas heridas a Dios, pidiendo su ayuda para perdonar. Y te animo a extender la misma Gracia que Dios extendió para ti.

Los llevo en mis oraciones.

No lo olvides nunca: ¡Eres un Milagro!

Lorena Fitzgerald
Author

Formo parte del Ministerio de la Mujer de mi iglesia y hago coaching con mujeres. Disfruto compartir y ayudar a otros en su viaje espiritual.