Amigo/a, ¿Conoces a algún director de oración? 🙏
La ayuda del Espíritu Santo a la hora de orar es sencillamente inestimable. La he podido experimentar muchas veces a lo largo de mi vida. Déjame contarte una de ellas.
Cuando era más joven solía pasarme los domingos enteros en la iglesia, ayudando en todas las áreas posibles: preparar los micrófonos, dar la clase de la escuela dominical, ordenar, tocar en la alabanza… Cuando todo se terminaba y la gente se quedaba a hablar, generalmente ahí estaba yo, recogiendo los cables y colocando todo para el domingo siguiente. En ocasiones, cuando por fin terminaba con mis obligaciones, todos mis amigos se habían marchado, y me encontraba solo. Recuerdo volver a casa con lágrimas en los ojos, triste, mientras le preguntaba al Señor qué es lo que estaba fallando. Mientras oraba y pensaba, empecé a ver más claro el problema: yo mismo me estaba aislando. Mi compromiso con las tareas de la iglesia se había convertido en una excusa para refugiarme en ellas y no abrirme a los demás. Cuando lo entendí, pude buscar una solución para atacar el auténtico problema. ¡Fue muy liberador!
Así es como obra el Espíritu Santo: Él nos revela lo que no vemos, y nos ayuda. El apóstol Pablo dice: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26). ¡Él es el mejor ayudador! El Espíritu Santo transforma nuestra oración en un arma efectiva contra las tinieblas. Él te dirige y te ayuda a orar de una manera eficaz.
Te invito a que ores ahora conmigo: “Señor, te pido que me ayudes a orar. Que Tu Espíritu Santo me dirija, y me revele lo que no soy capaz de ver. ¡Gracias, Señor, por tu amor, y por todo lo que me has revelado estos días acerca de la oración! Ayúdame a ponerlo en práctica, y a crecer en mi vida de oración, como nunca antes. En el Nombre de Jesús. ¡Amén!”