¡Tu Dios te ordena que seas fuerte!

Durante los próximos siete días, vamos a abordar juntos las claves para llegar a ser las personas fuertes y valientes que Dios quiere que seamos frente a las dificultades de la vida. Para ello, estudiaremos detalladamente Josué 1:9.

En Su palabra, Dios le dice a Josué: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (mira Josué 1:9).

“Mira que te mando… ”

Josué hace frente a un gran desafío: ser el sucesor de Moisés, un hombre increíblemente paciente y un líder excepcional. Su misión: hacer entrar al pueblo de Israel en la tierra prometida, enfrentándose a unos enemigos muy peligrosos.

“Mira que te mando… ”, dice el Señor a Josué. Esta orden Dios nos la da también a nosotros: no debemos temer nada. Ningún adolescente rebelde, ninguna relación rota, ningún empleo difícil ni ningún error por nuestra parte impedirá a Dios actuar en nuestras vidas: nada le limita.

La Biblia nos dice: “Porque él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió” (mira Salmo 33:9).

¡Lo que ha prometido lo cumplirá, sin lugar a dudas! Y lo que Dios ha ordenado, nadie lo puede frenar. En efecto, ¿quién impedirá que Dios cumpla lo que ha prometido? Si tienes desafíos por delante, ¡Dios es el que te fortalece! Él es quien puede afianzar tu fe y tu confianza en Él para tu porvenir. Y la buena noticia es que Él nunca se equivoca en Sus planes.

Mira lo que Dios le dijo al profeta Jeremías: “Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones. Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño. Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová” (mira Jeremías 1:4-8).

Hoy, declara en voz alta las promesas de Dios para tu vida. ¡Él ordena, y las cosas ocurren!

Gracias por existir,
Eric Célérier