Nuestras palabras tienen más importancia de lo que creemos.
¿Alguna vez has participado de una conversación y has terminado criticando a una persona o riéndote de cosas que no eran buenas, solo por no quedar mal? Creo que a todos nos ha pasado alguna vez. Es de hecho algo bastante típico, sobre todo entre los adolescentes, quienes, por la presión de grupo, tienen más tendencia a hacer cualquier cosa con tal de no ser vistos como “bichos raros”.
El apóstol Pablo dice a su joven discípulo Timoteo: “No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate puro” (1 Timoteo 5:22). Es importante que nos conservemos puros, y que no participemos de los pecados que otros cometen, especialmente a la hora de hablar.
De hecho, la Biblia dice: “Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo” (Filipenses 2:14-16). Eso es lo que Dios quiere para nosotros:
- que no critiquemos ni hablemos mal de los demás
- que evitemos las discusiones
- que nos comportemos de manera intachable
- que vivamos con sencillez de corazón
¡Sí, querido(a) amigo(a), tu pureza al hablar te hace brillar en este mundo! Vamos a orar: “Señor, ayúdanos a controlar nuestra lengua y a no hablar cosas que no sean según Tu voluntad. Queremos brillar con Tu luz, y que nuestras palabras estén siempre cargadas de amor, de tu pureza, y lejos de cualquier cosa que no te agrada. ¡Guíanos, Señor! En el Nombre de Jesús. ¡Amén!”
¡Eres un Milagro!
Christian Misch