Las apariencias engañan a menudo..

2021.10.26@2x-50-1

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¿Alguna vez te has sentido menospreciado por parte de otras personas? Esa sensación es terrible, ya que, si dejamos que nos afecte, puede hacernos sentir que somos inferiores, que no estamos a la altura, e incluso que no valemos para nada. 

Me encanta la historia del llamado de David a ser rey de Israel. El rey de aquella época, Saúl, se había apartado de los caminos del Señor, y Dios buscó a otra persona para sucederle en el trono. 

El profeta Samuel había sido guiado por Dios hasta la casa de Isaí, con instrucciones de ungir a uno de sus hijos para que fuese rey. Isaí le presentó a sus hijos, primero al mayor, Eliab. Tenía porte real, así como la fuerza y ambición típica de los reyes. ¡Parecía que Samuel había encontrado al que iba a ser el sucesor de Saúl! Pero en ese momento, sintió que Dios le decía:

“No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (​​1 Samuel 16:7)

Humanamente parecía el más indicado para ser rey, pero Dios vio que Eliab no era alguien según Su corazón. Tras ver a todos los hijos de Isaí, todavía faltaba David, que era un pastor de ovejas, muchacho joven y de hermoso parecer. ¡Todo lo contrario a la figura de guerrero imponente que buscaba Samuel! Sin embargo, fue David el escogido por Dios. 

Sí, las apariencias engañan. Quizá tú también te sientes molesto cuando los demás no te valoran como piensas que tendrían que hacerlo, pero, en el fondo, no es la valoración de los demás la que define quién eres: es la valoración de Dios la que importa (2 Timoteo 2:15).

Querido/a amigo/a, ¡Dios no mira las apariencias, sino que Él mira tu corazón! Que en este día puedas abrir tu corazón de par en par a Dios. Deja que Él haga Su obra preciosa en tu vida, y que te prepare para todas las cosas a las que te ha llamado.

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